domingo, 26 de enero de 2014

OBISPO D.DOMINGO PÉREZ CÁCERES.IMPRESCINDIBLE

La costumbre de escribir sobre personas ejemplares, en el sentido más genuino de la palabra,se esta convirtiendo en un saludable contrapeso a estos tiempos de sombra y espantajos.Hoy hablo del Obispo de Tenerife D,Domingo Pérez Cáceres.
Viendo y leyendo ayer sobre los disturbios de La Laguna,me venía constantemente a la memoria Don Domingo.En todo el espectáculo montado por el actual ministro de cultura y la iglesia,su ausencia se hacia más evidente por momentos. 
Toda mi infancia estuvo llena de su presencia,sus actos y sus enseñanzas.
No solamente eso,también era liberal,dialogante,abierto a otras formas de pensar.Recordando sus palabras,con el tiempo comencé a comprender lo profundo de su espíritu y el valor que tuvo como ser humano.
Don Domingo y mi abuela paterna eran muy amigos,ambos de Güimar,ambos muy solidarios.Venía mucho a la casa de la calle Viana,tanto es así que durante años creí que éramos familia.Un punto que aún sigo ignorando.
Las circunstancias,la difícil y compleja vida familiar,condicionaron totalmente nuestras vidas.En aquel entonces lo ignoraba,pero el ser nieta de un republicano notorio,además de sobrina de varios más,significaba  ostracismo, expolio,cárcel y exilio.
El cómo hicieron para que nunca me enterase es algo que todavía me admira.Su entereza y dignidad,también.
Nuestra vida empezaba y terminaba en los muros de la casa,una casa hermosa,con jardín y huerta.
Lo que no se podía llenar con otras personas,niños,salir a la calle,se complementaba con cultura,imaginación e inmensas dosis de cariño.
Don Domingo entraba y salía constantemente,pero fue hacia mis cinco años cuando comencé a participar como espectadora eventual en lo que era su trabajo y devoción.
Durante dos años,antes de que tuviésemos que abandonar la casa,formé parte de las reuniones de tarde entre Don Domingo y mi abuela.
La casa estaba ya casi vacía,se lo habían llevado todo,estábamos solas.De una forma u otra todos se habían ido.
Como no conocía otra forma de vida,todo aquello me pareció siempre normal.
Vivíamos en la casa heredada por mis tíos, los más pequeños, en el 34,de ahí que al menos se salvara el continente,ya que no el contenido.
Nunca vi a mi abuela triste o deprimida,era una mujer de un ánimo excepcional,y Don Domingo era igualmente valeroso y activo.
Él llegaba a primera hora de la tarde,mi abuela preparaba una pequeña merienda y nos sentábamos a charlar.Después de los prolegómenos habituales,noticias de la familia,actividades del día,entraban en lo realmente importante,el reparto de tareas.
En la salita de la entrada,sentados alrededor de un pequeño velador,se organizaba el trabajo.Mi abuela era pequeña,yo tenía seis años,pero Don Domingo era alto,y verlo sentado en las sillas bajas,con las rodillas por encima del borde del velador era realmente sorprendente.Además de su estatura,era delgado,siempre iba con su sotana negra,sin adornos de ningún tipo,y cuando hacia frio,llevaba la teja y la capa.Era fascinante ver la capa extendida a su alrededor,en la casa siempre hacia frio.La Laguna es muy fría y húmeda.
Cuando comenzaban a hablar de las tareas tenías la crónica de la realidad ante ti.
Han pasado muchos años y me sigue costando escribir sobre todo esto.
Don Domingo iba haciendo la relación.Que si tal ha tenido un niño,y no tiene ropa,que si cual se ha quedado sin trabajo,y tiene niños pequeños.Que tal persona esta desamparada,su marido esta en la cárcel y hay que ayudarla.Y así un largo informe de los más necesitados.
Don Domingo explicaba a continuación  donde pensaba que podía conseguir algún dinero.Mi abuela era la intendencia.teníamos la huerta,y se cultivaba de todo,desde patatas a maíz,verduras y frutas.De vez en cuando venía un hombre que recogía y repartía.Cuando el maíz estaba crecido se lo llevaban para hacer gofio.El otro trabajo de mi abuela era tejer sin descanso medias,calcetines,chaquetitas y todo lo que podía ser de abrigo.
En años posteriores todo fue muy distinto,duro,rígido,fanático,pero la vacuna que ellos me pusieron me aisló de aquel mundo dictatorial y repulsivo.
Una vez me llevaron a uno de aquellos repartos,solamente miré, y pensé que lo que ellos hacían estaba muy bien.
En el vocabulario de ambos no existía la palabra derechos,tal es así que tardé años en enterarme,ya en otra isla,de cual era su significado.Don Domingo siempre hablaba de que hay que hacer,es un deber,hay que ayudar.
Nunca intentó adoctrinarme,su religión era el cristianismo primigenio,entendido como una red de  solidaridad en la que todo se compartía.Dicen que vestía pobremente,no lo sé.En tres ocasiones le ví con otros atuendos,dos en la Catedral y una en la celebración de las Fiestas del Cristo, iba con ropas claras y la tiara le hacia parecer aún más alto.
Si tuviese que definirlo diría que era una persona extremadamente bondadosa,generosa.
Él y mi abuela eran muy parecidos,su vida estaba llena de deberes,pero lo hacían con alegría,no se quejaban.Tampoco dejaban de intentarlo,aún con el viento en contra.
Algunas veces me dejaban acompañarle unos metros por la calle,hasta el convento que quedaba en la esquina de casa,se veía poca gente,pero con que alguien le otease por una ventana o se acercase por la acera,se producía algo deslumbrante,repentinamente la calle se llenaba de gente que venia a saludarle,a que les bendijera o simplemente a besarle la mano.Me sentía entonces muy orgullosa de estar a su lado y de que fuese mi familia,tal y como entonces lo entendía.
Estas líneas son apenas unas pinceladas de una historia mucho más extensa.
En aquel mundo singular,había dos personas más que frecuentaban la casa,Jaime González Cerolo,tío de Pedro,y Don Domingo Salazar.
Jaime había sido medio novio de una tía mía,nuestras familias eran amigas,pero cuando mi tía se fue él pudo dejar de visitarnos,y no lo hizo,aparecía de vez en cuando con su voz poderosa,su sonrisa cordial y siempre cariñoso.
Don Domingo había sido el practicante de mi abuelo cuando él tenía consulta abierta,era una gran persona,y después continuó visitando la casa hasta que nos fuimos.
 
A lo largo de la vida te cruzas con muchas personas de todo trato y condición,pero hay algunas que te marcan para siempre,en mi caso fueron mis abuelos y Don Domingo.Su ética,su solidaridad, fueron el modelo a seguir.
Después conocí a otros santos tal y como lo entiendo,el Padre Llanos,Diez- Alegria,Ellacuría,Don José, Párroco de Santo Domingo,Monseñor Casaldáliga,por citar apenas algunos.
Todos tienen algo en común, su semejanza con Don Domingo,sus valores y su integridad.
Personas como ellos justifican el afán de cada día y afirman nuestra rebeldía ante los desmanes de tanto sinvergüenza.
Cuando nos fuimos de La Laguna no volví a verle.Estuvimos en contacto un tiempo,pero después él enfermó,yo era todavía una niña,mi abuela ya no estaba y dejé de saber de él.
Tardé cuarenta años en volver,todavia duele.En El Obispado hay una tienda donde se venden,entre otras cosas,libros.Encontré una biografia suya,muy académica,poco del ser humano.
Mi familia,como si nunca hubiésemos existido.
No somos un buen ejemplo para la bienpensante iglesia católica.Menos mal que tengo pruebas de que ese mundo existió.
Imagino a Don Domingo mirando los actos de ayer,sonriendo con una ligera ironía,los suyos son los que estaban protestando en las calles.
A los otros,les habría pedido algún dinero para
ayudar a necesitados.
Y seguro, seguro, que le habría dicho al ministro lo que piensa de esta ley de educación.


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