Vivimos tiempos complejos en los que se extrañan liderazgos acordes con las peculiariedades de los conflictos en desarrollo. Los malos novelistas suelen concluir sus relatos con la eliminación abrupta de aquellos personajes que se vuelven inmanejables. El escenario político español pareciera, entonces, plagado de pésimos escritores y, tal vez por ello, hostiles gestores de la diversidad que caracteriza a esta España, pueblo de pueblos. Diversidad entre diversidades.
La hostilidad se relaciona con el estudio de la agresividad y de la ira, conceptos que están en estrecha correlación. Es el territorio de la violencia, el espacio preferido por los que no desean que exista la discrepancia ni el diferente. Que poco estiman que el desarrollo y perfección se nutren en esas divergencias, en aquellos mestizajes que soportan la estructura cultural de este país.
Por ello, resulta difícil de entender que esta actitud, que se basa en el procesamiento de información disvaliosa o aversiva acerca de otras personas, acompañada de un sentimiento de ira, desprecio, indignación que pone al sujeto en oposición y en la creencia de que los otros están equivocados, sea la que predomine es esta etapa de nuestra sociedad. Más preocupada en reprimir, que en resolver las dificultades derivadas de ese modo de gestionar.
Siempre se caracteriza la hostilidad por la desconfianza, basada en la creencia que las demás personas son intencionadamente provocadoras. Por el cinismo, ya que el sujeto cree que la motivación del otro es egoísta, por lo que se relaciona negativamente. Además de la denigración, al evaluar a los demás como antisociales, peligrosos y dañinos. Por ello,siempre procuran crear una legalidad a la medida de sus intenciones, de modo de facilitar la aplicación de medios coercitivos. La violencia siempre la violencia.
Esa expresión tiene sus manifestaciones en decisiones con consecuencias directas en la vida de las personas. Generalmente los más débiles. Tomemos por caso las remuneraciones de las mujeres que el señor M. Rajoy no tiene en cuenta. Atendiendo a los datos del departamento de Estadísticas de la Seguridad Socialen diciembre de 2017 había 4,2 millones de mujeres percibiendo algún tipo de pensión (la mitad de ellas en forma de jubilaciones y 1,5 millones como pensiones de viudedad). En número casi igualan a los pensionistas hombres, estimado en 4,5 millones, aunque los que perciben una jubilación son significativamente más que ellas, un total de 3,6 millones de individuos.  Si la brecha de género en los sueldos en España es del 15%, según las estadísticas de Eurostat, la distancia que separa a hombres y mujeres en sus ingresos por jubilación llega hasta el 35%. La brecha de género salarial pone en peligro la subsistencia económica de las pensionistasy de sus grupos familiares que suelen ser atendidos por sus devaluados ingresos. Pero, este sólo es un colectivo víctima de la hostilidad del modelo gubernamntal.
El VII Informe Anual sobre el Riesgo de Pobreza y Exclusión Social 2017 hace una radiografía, con datos oficiales de 2016, del impacto de la pobreza con el indicador Arope (At risk of poverty and exclusion). Es un índice de referencia en la UE, que tiene en cuenta los ingresos familiares, las carencias materiales y la baja intensidad del empleo. Ello supone que la pobreza ha aumentado para toda la población española en su conjunto, para las mujeres, para las personas mayores de 65 años, para los hogares monoparentales, para los residentes europeos, para los parados, para aquellos con educación primaria y también para los universitarios. En España, un total de 12.989.405 personas están en riesgo de pobreza, es decir, cumplen con al menos uno de los tres requisitos: tener ingresos inferiores a 684 euros (una persona) y 1.700 (una familia de 5 miembros), sufrir carencia material severa (retraso pago vivienda, no tener vacaciones, TV o teléfono) y baja intensidad en el empleo (un trabajo de menos de 2 horas).
Es grave además, la existencia de un 2,1% de la población que sufre los tres factores (2,2% en 2015): baja intensidad de empleo, pobreza y carencia o privación material (PMS). Son 1.025.736 personas que se encuentran en la peor situación económica y social posible. Le siguen, aproximadamente, el 6,4% de la población, que vienen a ser más de 2,9 millones de personas, que viven en pobreza severa (viven en hogares cuyo total de ingresos por unidad de consumo es inferior a 4.104 euros al año (342 euros al mes). Nuestras generaciones que deberían construir futuros, como son las personas adultas jóvenes (16-29 años), tienen la tasa más alta según el indicador Arope, con un 37,60%, (36,4% en 2015), seguida de la infancia, con un 31,7% (33,4%). Aunque la más baja, los mayores de 65 años, con un 14,4% (13,7% en 2015), no dejan de esconder la discriminación a la que se aludía más arriba.
La hostilidad de este modelo es tan cruel, que las víctimas se acumulan y, los colectivos que tradicionalmente eran nichos de votos para el PP, se están movilizando contra estas políticas salvajes. Un modelo en el que el crecimiento en el PIB y la pobreza crecen, sólo puede deberse a una apropiación de partes significativas de la riqueza nacional en favor de grupos específicos. En muchos casos, definitivamente parasitarios. Habitantes habituales de los sobrecostes y de las ventajas derivadas del eficiente trabajo de los lobbies.
Como nos dejó expresado Chejov: El mundo no perece por los bandidos y los incendios, sino por el odio, la hostilidad, y todas estas pequeñas rencillas.”
Tomemos nota y actuémos.
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