De los muchos,infinitos desatinos que en el mundo son y han sido,probablemente uno de los más notables es la inveterada costumbre de mentir,a medias o de lleno.
Los psicólogos tendrán sus teorías,pero personalmente la mentira me resulta un escape al miedo a decir la verdad,o una maniobra cínica y rastrera para engañar y confundir al personal.
Es una reducción un poco simplista,pero viene al caso cuando vives en un país,en un Continente,donde la desinformación sistemática esta a la orden del día,y donde la mentira contumaz lleva a los ciudadanos a un estado de confusión y de ira total.
No creo exagerar cuando afirmo que la degradación moral alcanza cotas insospechadas,que la inmoralidad en las actuaciones es casi total,y que el abuso hacia los más débiles e indefensos es tremebundo.
Se hecha de menos el tiempo en que cogías un mandoble o una pica y salías a la calle a dar o que te dieran,al menos esto tenía un efecto catártico.Que este escribiendo esto me alucina.pero la sensación de impotencia es tan brutal que la sangre hierve y se desvaría un poco.
Soluciones existen muchas,eficaces,sensatas,decentes,las oímos un día si y otro también en foros audiovisuales a profesionales bien preparados y honestos.Pero claro,esto significaría dejar de alimentar al pesebre de empresarios,paniaguados,tontos útiles y demás ralea y bazofia, que al parecer constituye actualmente lo más granado de la clase política nacional e intern.
Hoy quería escribir sobre Liber Seregni,su legado y su momento histórico como ejemplo de imprescindible,pero después de leer y oír varias horas de debate en diversos medios,tengo que gritar al viento,a ver si de esta forma conjuro en algún punto tanto hediondo exceso.
Ustedes comprenderán que en días como estos es bueno hacerlo.
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