miércoles, 27 de octubre de 2010

EL CONFLICTO NORTE-SUR. Antecedentes y consecuencias.

EL CONFLICTO NORTE-SUR. Antecedentes y consecuencias.
Teresa de Angulo. El Cairo.2003
Resumen de la ponencia.
El conflicto Norte-Sur, hunde sus raíces en el colonialismo salvaje de las potencias europeas a lo largo del Siglo XIX y parte del XX.
Hablamos del enfrentamiento entre los países más favorecidos de la tierra y los más desfavorecidos, por razones tanto económicas como geográficas, culturales o políticas.
Siempre ha existido el colonialismo en todo el mundo, a lo largo de toda la Historia, con otros nombres, otras excusas ,pero subyacente de forma continua el dominio de unos pueblos sobre otros por motivos económicos.
Pero es en el Siglo XIX, con  la gran expansión industrial europea, que permite grandes avances armamentísticos, cuando se acentúa la desigualdad entre los Continentes, y se origina una gran expansión a escala mundial como no se había conocido antes.
Sumemos a esto dos guerras mundiales, el estallido demográfico de los años sesenta y la
Inmediatez de la noticia en los medios de comunicación , con todo lo que significa de manipulación, y tendremos configurado el mapa de las desigualdades actuales.
Oficialmente, el colonialismo europeo desapareció a mediados del siglo XX. Realmente, continua bajo el sombrero de multinacionales y empresas mixtas, protegidos por la connivencia de gobiernos títeres o corruptos de muchos de los países antaño colonizados.
Un intento de analizar sus antecedentes y presente puede ayudar a comprender mejor la situación, y a encontrar soluciones positivas a los problemas que ahora vivimos. Pues un pueblo que no sabe de donde viene, difícilmente sabrá a donde va, y será presa fácil de políticas demagógicas y charlatanes de ocasión, alejando a la sociedad civil  de los órganos de poder que la misma sociedad les otorga.



NORTE-SUR. ANTECEDENTES Y PRESENTE. ORIENTE PRÓXIMO.
 Teresa de Angulo .El Cairo.2003.

La historia de la humanidad es la historia de una guerra, una larga guerra, un enfrentamiento entre dos, cuatro, cientos, miles, millones de seres humanos a lo largo de miles de años. El guerrero, el oficio más viejo del mundo. Probablemente, gracias a ésta extrema agresividad, hemos sobrevivido como especie a otros grupos depredadores contemporáneos nuestros en épocas pretéritas.

En el Siglo XX dos guerras mundiales han hecho tomar conciencia de que algo había de cambiar. Desde el año 1945 no ha vuelto a producirse una gran guerra, parciales, muchas, tanto civiles como de agresión entre naciones, pero ninguna total.

Hoy sabemos que la tercera guerra mundial sería la última, porque  las armas de destrucción masiva no dejan supervivientes. Pero a lo mejor nos equivocamos y estamos ya en la última gran guerra, con otras características, más solapada, pero igualmente destructiva y con consecuencias aún más trágicas que las conocidas hasta hoy.

Este comentario referido al enfrentamiento entre el Norte y el Sur geográfico cobra una triste actualidad cuando analizamos la relación directa que siguen teniendo los conflictos bélicos con el abismo de desigualdades que rige el mundo moderno. Las guerras son básicamente de origen económico, hasta en las llamadas guerras de religión subyace la economía como elemento determinante eso sí, enmascarado bajo subterfugios diversos que intentan disimular los oscuros motivos de tantas injusticias.

Pero el ser humano no es solo un mamífero agresivo y depredador, principios de igualdad y justicia están cada vez mas arraigados en el subconsciente colectivo de Occidente, lo que ayer se justificaba de forma cínica y prepotente tiene mayor número de detractores en una sociedad civil que tiene mayor conciencia de sus derechos y también de sus deberes.

La gran cuestión está en determinar si el resto del mundo, el gigante asiático, África, Pacífico, será capaz de tener en un futuro próximo una conciencia social equiparable a la que hoy manifiestan ciudadanos europeos y americanos. Porque solo cuando lleguemos a éste equilibrio social, económico y cultural, podremos pensar con esperanza en nuestro futuro colectivo.

Hasta que llegue ese momento, todos estamos sobre un polvorín, más o menos cómodamente sentados, que tiene la mecha encendida.

La ayuda al desarrollo no es una limosna con interés, es la devolución de bienes adquiridos en tiempos pasados bajo circunstancias muy diversas, por lo que han de ser entregados como un acto de justicia, sin que ello implique la creación de una dependencia económica, sino  que se convierta en el inicio o la mejora de infraestructuras agrícolas e industriales que garanticen en un futuro próximo la posibilidad de autoabastecimiento, así como la integración con equidad en las líneas de comercio mundial.

Los antecedentes de la situación actual hay que buscarlos primeramente en la circunstancia geográfica.

El cinturón verde, la franja terrestre delimitada por el paralelo 50º y el 30º L.N. que engloba en líneas generales un territorio que abarca desde la Europa Atlántica hasta la costa del Pacífico y Norte América, tiene un clima más suave que las restantes áreas del globo terrestre. El paisaje es característico, llanuras de aluvión con grandes cursos de agua, que produce un clima templado en verano e inviernos fríos, con grandes crecidas
fluviales en Primavera. Esta situación permite grupos humanos relativamente estables, por la riqueza agrícola que produce y la posibilidad de almacenamiento de excedentes y el comercio.

El Sur geográfico, con suelos pobres en su mayoría y clima tropical, hablamos de la zona limítrofe entre el paralelo 20 L.N. y el 30 L.S., con mucha lluvia en la estación verde y prolongadas sequías en la seca, tiene una población más estacionaria sujeta a la aleatoriedad climática, origen de grandes hambrunas. No se puede almacenar la cosecha en grandes cantidades porque  la humedad las destruye, y la consecuencia es que la mayoría de sus habitantes tiene sólo economía de subsistencia. Domina la ganadería nómada y la roturación alternante, otra forma de destruir suelo fértil.

Estas variantes que vemos como algo natural han generado durante siglos lo que es nuestro presente, los desequilibrios económicos de nuestro tiempo. No es el único motivo pero sí uno de los determinantes. Cuando el Norte extiende sus mercados hacia el Sur éste es presa fácil por su debilidad, asentada en su realidad social y económica.

Esta situación vital, expresada a grandes rasgos, es el telón de fondo que delimita movimientos expansivos que radicalizan los conflictos entre el Norte y el Sur.

Sumada a la realidad geográfica, la época decisiva del actual mapa político hay que situarla hacia mediados del Siglo XIX, cuando comienza la gran expansión industrial europea y norteamericana, y se configura casi sin alteraciones hasta nuestros días el mapa de la política y de la economía mundial.

El estudio de la historia ayuda a encontrar respuestas más firmes a nuestros interrogantes más profundos y en ocasiones estremece el espíritu la capacidad de vileza del ser humano. Es inevitable hacer un juicio histórico a partir del conocimiento de nuestras raíces, y en un orden de valores el Siglo XIX europeo es uno de los más ignominiosos vividos por el hombre y, probablemente por ello, ha dado origen a las doctrinas políticas que más han beneficiado al sujeto social. Liberalismo y socialdemocracia como corrientes políticas han permitido a Europa tomar conciencia de su condición de sujetos de la historia, y ambos nacen en una escena convulsa donde la revolución industrial provoca cataclismos sociales y el nacimiento de un nuevo orden.

La Europa del Siglo XIX, con una revisión cíclica de fronteras, conflictos armados constantes y sobre todo un nuevo orden político, cimentado en una burguesía ascendente en detrimento de una aristocracia caduca, configura un mapa donde las desigualdades sociales son más evidentes que en tiempos anteriores.

El empobrecimiento del campesinado, fruto de las continuas devastaciones de la guerra, sumada a una serie de malas cosechas, provoca una emigración del campo hacia la ciudad, donde rápidamente se integra en el mercado laboral de la industria naciente. Paradójicamente ésta marcha genera una explosión demográfica, que nos da una idea de lo que eran las condiciones de vida rural, y ésta a su vez supone un mayor abastecimiento de mano de obra para la industria. A mayor demanda mayor producción, más riqueza y mayor control. Al liberalismo de las doctrinas revolucionarias de la primera mitad del Siglo, sucede una época profundamente reaccionaria donde las monarquías europeas y su entorno intentan mantener sus privilegios al precio que sea.

Las convulsiones sociales se suceden, mientras la industria avanza de forma imparable. La máquina de vapor, el tren, el teléfono la electricidad, la mejora y perfeccionamiento de la industria armamentística, posibles todas ellas gracias a la investigación y la abundancia de medios, permite que Europa realice un avance cualitativo que la diferencia claramente, junto a Norte América, del resto del mundo. El proceso de concentración productiva acelera la formación de grupos capitalistas que buscan fundamentalmente el control de la mano de obra, ésta mejora su nivel de vida según avanzan sus reivindicaciones sociales y esto aumenta su capacidad de consumo.

Así pues, cuando se vislumbre el límite de éste desarrollo por la necesidad de materias primas, los gobiernos europeos miran alrededor buscando nuevas fuentes que garanticen su expansionismo.

Hasta tiempos recientes la política económica en general ha sido de expansión territorial, sin tener en cuenta la mejora cualitativa del trabajo ni de la mano de obra que abastece la industria. No olvidemos el trabajo de los niños de cuatro años en las minas de carbón inglesas, donde su pequeño tamaño permitía meterlos por túneles en busca de materia prima, ahorrándose el empresario la mejora técnica.

En medio de una sociedad fuertemente condicionada por la Iglesia y el capital surgen doctrinas que intentan justificar, con el pretexto que sea, la política que ya se diseñaba en los despachos oficiales. Empezando por ésta política surge en Francia y se extiende a Gran Bretaña Gobineau, Chamberlain, etcétera un pseudo-cientificismo que elabora el concepto de raza en función de unos parámetros físicos y sociales. Evidentemente lo que busca ésta distinción entre las diferentes etnias es la creación de una escala humana
que pasa a diferenciar a los individuos no solo en base a su nacimiento, cultura o posición económica, sino también por su color y su lugar de nacimiento. Sorteando todos los obstáculos que la razón pueda oponer a ésta falacia la conclusión es que la raza “blanca”, es decir, individuos de origen caucásico, es superior a todas las demás, por lo que es natural que domine el mundo. De ahí hasta el desarrollo de la doctrina de la supremacía de la raza aria resta un corto trecho que desemboca en el exterminio de la Segunda Guerra Mundial.
 No tenemos espacio para entrar en el detalle de la aceptación de estas doctrinas, pero parece evidente que los hechos demuestran que el proceso colonialista se genera en Europa en éste tiempo y es entonces cuando las potencias dominantes se reparten el resto del mundo en función de su poder militar y económico.

Con diferentes palabras, otros nombres, otras excusas, siempre ha existido el colonialismo a lo largo de la Historia, subyace en el dominio de unos pueblos sobre otros. Pero es en éste Siglo XIX cuando la expansión europea origina una corriente a escala mundial como no se había conocido antes. Naciones europeas invaden África y Asia, controlan América, nada escapa a su mano. El precedente colonial español y portugués, con todas las limitaciones de la época en que se origina, resulta hasta humanitario si lo comparamos con el de los imperios posteriores, especialmente Gran Bretaña y Rusia.

La superioridad armamentística, con el dominio del mar y una estrategia avanzada determina que en poco tiempo Europa se reparta Oriente Medio, buena parte de Asia, África y las Islas del Pacífico. Políticamente hablando no fue una rendición general, sin condiciones. China, algunos reinos de la Indía, Oriente Medio, Egipto, Sudáfrica, opusieron especial resistencia, unos fueron vencidos por la fuerza de las armas, otros, por la connivencia de su clase dirigente que se vendió a cambio de ser títeres con privilegios de las potencias europeas. No hay que olvidar que muchos de estos países vivían en un sistema político-social de corte medieval con un feudalismo aún más duro del que vivió Europa en su momento. Al terminar el Siglo XIX Europa domina un conjunto de países cuya idiosincrasia, etnia, religión y política varía totalmente de la europea. Su único fin es el abastecimiento de materias primas para la industria y, subsiguientemente. el incremento del control de los capitales sobre el mercado y los gobiernos.
Paralelamente se produce la llegada a éstos territorios de diferentes grupos religiosos cristianos que provocan un choque brutal entre elementos culturales básicamente animistas y la mentalidad europea de origen judeocristiano.

Durante casi cien años el proceso de aculturación, empobrecimiento y destrucción de muchas de estas culturas ha sido constante. Cuando a mediados del Siglo XX, en los años cincuenta, comienza la descolonización táctica, motivada no por una actitud de generosidad sino por las consecuencias geopolíticas que trae consigo el fin de la II Guerra Mundial, se puede afirmar que la mayor parte de estas culturas está ya en proceso irreversible de pérdida.

Con la perspectiva que hoy podemos tener de ese mundo resulta inconcebible, para la mentalidad de un europeo medio, que hasta hace unos años se juzgase como normal lo que hoy repugna a los más elementales principios éticos. Claro que también entraban en ésta órbita racismo y genocidio y ningún tribunal llevó a los juzgados a los gobiernos que practican estos usos.
 Las roturas producidas en el tejido social de países no mejores en el orden humano, pero desde cualquier punto de vista más víctimas que verdugos, son insalvables. El abismo abierto entre el Norte y el Sur se ahonda cada día sin que Naciones Unidas o cualquier otro foro internacional puedan solucionarlo. Son generaciones de excesos cuya única herencia es el odio.

Los Imperios coloniales no se apoyaron inicialmente en ejércitos invasores como método de disuasión. Primero practican la vieja usanza de colonia de asentamiento, tradicional desde la antigüedad, formada por emigrantes que dejan su país de origen por motivos políticos y/ o económicos buscando nuevas posibilidades de vida. La colonia, cuyo poder aumenta según avanza la expansión demográfica, supone para los gobiernos, además de una fuente de abastecimiento, la garantía de absorción del exceso de población por otros territorios lejanos y autosuficientes.

En segundo lugar se utiliza la colonia comercial, esencialmente para acuerdos económicos entre la oligarquía local y las compañías privadas europeas y americanas, que cuentan con la fuerza de sus gobiernos para la defensa de sus intereses. Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, seguidos de lejos por Francia, Japón, Italia, Rusia, Holanda, Bélgica y Portugal, son los principales beneficiarios de éste modo de colonialismo.

Cuando se produce la descolonización progresiva, en los años cincuenta, el sistema para perpetuarse es el mismo, la colonia comercial sigue hoy igual que ayer, las alianzas entre gobiernos y antiguos colonizadores son tan firmes como antes, se ha producido alguna variante entre los ingredientes, pero el peso es el mismo. Han pasado ciento cincuenta años pero los errores se repiten con consecuencias cada vez más trágicas. La toma de conciencia como nación que se ha producido en muchos países del área Sud-sahariana está inevitablemente lastrada por la pérdida de sus señales de identidad, la esquilmación del territorio, y la ausencia de un sistema político estable que propicie su desarrollo.

En este análisis general cada país, cada región colonizada necesita un estudio en función de su situación geopolítica. En Oriente Medio las circunstancias son muy específicas. Estamos en la zona del mundo más transitada por diferentes culturas desde el origen de la civilización, también donde de forma más continua se producen guerras de agresión.
Las tres religiones monoteístas, las religiones del Libro, tienen su origen en ésta región. Todas estas circunstancias pesan mucho y determinan situaciones, marcan el carácter de sus habitantes y crea resistencias muy fuertes a la ingerencia extranjera. Además, no todos estos países perdieron su memoria histórica y en esa medida son muy conscientes
de su pasada grandeza y el protagonismo que tuvieron en el desarrollo  de Occidente. En el Siglo XIX el área del, Próximo Oriente formaba parte del Imperio Turco Otomano, último gran invasor oriental de los aledaños europeos. Los turcos llevaban más de trescientos años ocupando la zona balcánica, parte de Europa Central y toda la zona de Oriente Medio y Norte de África. La religión mayoritaria era la musulmana con sus variantes más radicales en zonas como la Península Arábiga o el Magreb. Este dato es necesario puntualizarlo para comprender mejor la situación posterior.

El Imperio Turco se ve obligado después de la guerra de Crimea, 1856, a facilitar la entrada de capital occidental en su territorio. En 1875 se produce la bancarrota nacional que obliga a aceptar la administración internacional de la deuda pública. Este es el epílogo de una sociedad fracturada por una administración muy corrompida, fragmentada por la inmensidad del territorio y las múltiples etnias. Dominada por la jerarquía religiosa y un ejercito mercenario, debilitado por siglos de mantenimiento de fronteras lejanas.

Si a esto añadimos el resurgimiento de movimientos nacionalistas, como los wahabitas en Jordania o los kurdos en Mesopotamia tenemos como resultado el nuevo mapa de la zona, en el momento en que Gran Bretaña, Francia, Prusia y Rusia acuerdan el reparto del territorio.
Establecida la penetración, los movimientos occidentales son continuos y diversos. “Los jóvenes turcos”, grupo de oficiales del ejército fundado por Kemal Atatürk en 1905, que trata de salvar la identidad turcomana frente a nacionalistas y occidentales, poco puede hacer para evitar la desmembración del Imperio, y su fin se sella por la alineación con Alemania al inicio de la I Guerra Mundial, en 1914.

Entre 1914 con el Tratado de Londres, 1916 con el Acuerdo Sykes-Picot y 1917 Acuerdo Secreto franco-ruso, Europa y sus colonias son piezas en un ajedrez que se mueve en función de los avances bélicos.


Como consecuencia del mapa político nacido tras la Gran Guerra, Estados Unidos y la Unión Soviética se convierten en los grandes protagonistas de la política mundial. En virtud de los mandatos concedidos por la recién creada Sociedad de Naciones en 1918,Gran Bretaña y Francia controlan Palestina, Siria y Mesopotamia, y en 1920 llegan a un acuerdo para explotar los campos petrolíferos de Mosul. En 1926,en el tratado de Mosul, se reparten las acciones de la Irak Petroleum Company ,entre ingleses, un 52 por ciento Estados Unidos,21,25,Francia,21,25 y el Sr.Gulbenquian, un 5 como intermediario en la operación.

Desde estas fechas y hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, la política europea en la zona, básicamente británica, sigue la misma pauta que en años precedentes, estimular el nacionalismo histórico de los descendientes del Profeta, y explotar los choques tradicionales entre los diferentes grupos tribales de la Península Arábiga, es decir, una política sistemática de desintegración identitaria, sistema habitual en los gobiernos británicos, cuyo fin primordial es asegurarse el abastecimiento de las reservas petrolíferas de la zona en base a apoyos alternativos a una u otra facción. Al igual que hace con otro creciente motivo de desestabilización en la región, la cuestión judía.
Volvamos a Europa.
Desde la Alta Edad Media, en que los judíos europeos eran considerados como ciudadanos "no libres",de facto adscritos al poder del Rey, y obligados a ejercer solamente los llamados "oficios viles", préstamos, banca, comercio, prohibición de llevar armas, encierros nocturnos, etc... la situación de esta población no ha mejorado sustancialmente. Pero en el Siglo XIX es claramente apreciable la aparición de una clase media ilustrada de origen judío, en los ámbitos intelectuales y científicos. En la Europa Oriental, Imperio Ruso, los judíos, mayoritariamente campesinos, sufren persecuciones periódicas extremadamente duras, en especial 1881-82, sobreviven sin garantías jurídicas, todo ello en la vieja tradición de atribuir a otros los problemas propios, y así hasta 1917.
En la Europa Occidental, en 1791, Francia les reconoce derechos civiles. El itinerario de sus libertades ha sido muy desigual, con retroceso en 1807, con la institución del Gran Sanedrín por Napoleón I. 1808,con el Decreto Infame, que limita su movilidad en territorio francés. Pero en cualquier caso, con la abolición de las barreras materiales, guettos, y las espirituales, asimilación ,se favorece el paso a un movimiento de reforma que facilita el cambio del sionismo tradicional.
La vuelta de los hebreos a su región de origen es la suma de varios factores localizables. Los progroms de 1881 motivan que Leo Pinsker, médico de Odessa, reivindique una patria para ellos.
En otro orden, el “affaire Dreyfus” desemboca en la creación del movimiento sionista por T. Herze en 1896. En el primer congreso mundial sionista de Basilea, en 1897, se sientan las bases para una organización política y la creación de una tierra para el pueblo judío en Palestina garantizada por el derecho público. Weizmann trata de encontrar una síntesis entre lo político y el sionismo cultural. Propone, mediante el trabajo político, cultural e intelectual la creación de un centro espiritual que logre unir a los judíos de todo el mundo. Deja para una etapa posterior la creación del Estado. Se crea el Centro Sionista de Palestina en Haifa en 1905, y se funda la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1918, en territorio de Transjordania.

Entre 1918 y 1932, los diferentes apoyos prestados por Gran Bretaña en la zona posibilitan la creación de Siria, Arabia, Persia y Afganistán. En 1923, Gran Bretaña segrega Palestina de Transjordania y el territorio pasa a ser el colchón amortiguador entre Turquía y Arabia Central bajo mandato británico, poco importa que en 1917 la Declaración Balfour sea favorable a la creación de un Estado judío en territorio palestino.

Como reacción a los movimientos sionistas europeos en 1905 Von Hausen escribe el Protocolo de los Sabios de Sión, donde mediante mentiras hábilmente enlazadas se pretende convencer a Occidente de la existencia de una conjura mundial judía para controlar el poder.

Cabe preguntarse que incide en el colectivo de los pueblos para que de forma cíclica busquen a la víctima propiciatoria que catalice todos sus males. En el mundo antiguo, con aislamiento y miedo a lo desconocido, se puede entender esa necesidad, pero que hace apenas cien años, en países pretendidamente civilizados se pueda dar crédito a tales falacias hace pensar en el grado de degeneración moral al que había llegado Europa, inconmovibles sus gobiernos a la explotación humana, supuestas supremacías étnicas y a las grandes mentiras históricas que las justifican. El “deicidio” que durante dos mil años legitimó la persecución de los judíos no es suficiente para comprender todas las facetas que muestran los sucesos político-sociales de la época.

La inmigración judía era constante desde comienzos del siglo XIX, sumada a los pequeños reductos hebreos que habían permanecido en la zona desde las cruzadas del siglo XII.

La Agencia Judía, gobierno no oficial, organiza con el Histadrut, sindicato unitario con escuelas, colonias y empresas propias, la integración de los recién llegados. En 1939 entre el 12% y el 18% del territorio ha sido comprado con capital hebreo a los grandes propietarios locales, en su mayoría de origen jordano. Un tercio de la población es hebrea.

En origen palestinos y judíos son iguales, grupos semitas establecidos en la zona desde hace más de tres mil años con una historia común política y social, pero cualitativamente, en el siglo XX, se han introducido factores que propician el choque social. Los palestinos, de religión musulmana, están política y económicamente mucho más atrasados que los hebreos que regresan de Europa y América, donde los adelantos técnicos y la experiencia intelectual les permite una forma de vida mucho más evolucionada cultural y económicamente, con un talante mucho más liberal y abierto, que choca frontalmente con el conservadurismo religioso musulmán.
Pueblos nómadas, ganaderos, como lo habían sido todos los semitas de la zona, se ven superados por una economía de desarrollo agrícola que es capaz  de convertir un desierto en una granja en base a adelantos técnicos desconocidos en la región.

Si añadimos la decisión política inglesa creada por el apoyo al Gran Muftí de Jerusalén, Al- Husseini y al rey Abdalá de Jordania, no es exagerado afirmar que la combinación es explosiva.

Desde 1936 hasta el fin de la II Guerra Mundial el gobierno británico apoya alternativamente a unos y otros. Enfrentados ya en una guerra civil. Los hebreos se unen a los aliados y los árabes simpatizan con los nazis en la persona del Gran Muftí.
Entre 1936 y 1939 el terrorismo árabe y el terrorismo hebreo, lo que en Occidente conocemos como guerra de guerrillas, produce una escalada de violencia imparable, lejos ya la posibilidad de convivencia que se oteaba en la relación jordano-hebrea de comienzos de siglo.

El Libro Blanco propuesto por los británicos en 1939 es rechazado por ambas partes, a pesar de contener notables concesiones a los árabes. En 1947, la ONU propone la división de Palestina, rechazada por los árabes.

En Mayo de 1948 Gran Bretaña renuncia a su mandato sobre Palestina, se crea el Estado de Israel, e inmediatamente seis naciones árabes invaden el recién creado país. En Junio se para el ataque mediante la intervención de la ONU y gran parte de la población musulmana abandona el territorio, no tanto por necesidad, como por el hecho de que al tener familias e intereses en los países árabes, el temor a represalias físicas y económicas les obliga a marchar.

En 1949, un acuerdo bilateral permite la división de Jerusalén. Los territorios al Oeste del Jordán pasan a Jordania, la franja de Gaza a Egipto, la frontera es el frente de guerra.
En 1956 se produce un ataque israelí a Egipto en respuesta al boicot árabe y a los comandos árabes de sabotaje. Vence Israel y se anula el boicot. En 1957 la ONU se hace cargo de los territorios ocupados por los israelíes, Sinaí y franja de Gaza. En 1967 se produce la Guerra de los seis días donde Israel ataca a Egipto, Jordania y Siria y ocupa Gaza y Cisjordania.

Y sigue.......
Hablamos de Historia política, relación de los hechos.
 La Historia como disciplina es el hombre visto por otro hombre, el factor social permite afirmar que nuestros supuestos nacen en virtud del medio en que crecemos.
La globalidad histórica es un concepto cultural revisable y científicamente falso y dentro de estos parámetros la filosofía ha supuesto un proyecto de racionalización que condiciona los estudios históricos.

La pregunta ¿ Filosófica? sería ¿ A quién interesa el conflicto permanente en la zona? La guerra constante entre palestinos y hebreos desde 1936, es decir desde hace casi setenta años. Está claro que en origen fue una estrategia europea, básicamente británica. Posteriormente la situación ha escapado a todo control. La fuerza centrípeta de los ciclos humanos es por inercia cada vez más acelerada y ahora estamos en un momento clave para ralentizar una dinámica sumamente peligrosa para nuestro presente y futuro.

El conocer los hechos no es entender ni aceptar, esto es una afirmación basada en la realidad, y si es así para nosotros los europeos de hoy, cómodamente instalados en nuestros despachos, que podemos pretender de los sujetos de ésta historia, situados desde hace tanto tiempo en el eje de un huracán, donde se ha perdido hace tiempo la más mínima posibilidad de equilibrio que permita una visión ecuánime del entorno. La paz firmada por Egipto con Israel trajo como consecuencia el asesinato de un Presidente. La paz que se acordó en Estocolmo, fue rota por los intereses políticos de un grupo respecto de su propio pueblo.

La paz acordada en principio por un Primer Ministro israelí y otro palestino supuso el asesinato del primero, y así suma y sigue. Monarquías feudales, corruptas y radicales, conviven en la zona con Estados con una significativa tradición política y cultural como es el caso de Egipto, Irán o Turquía. El subsuelo sigue lleno de petróleo así que todo vale para garantizarse el control, apoyo a tiranos, falsos motivos para una invasión, zonas de conflicto permanente, drogas, tráfico de armas.

Occidente tenía en el año 45 una deuda con el pueblo hebreo y propició la recreación de su Estado en el solar histórico, pero esa no es la razón principal de la situación actual, como tampoco lo es la vida en los campos de refugiados palestinos, en ambos casos la solución política y económica es relativamente fácil de resolver. Estamos hablando de una población hebrea y palestina que suma en total unos siete millones de personas viviendo en una estrecha franja de tierra mayoritariamente desértica en el Mediterráneo Oriental. Cuando se creó el Estado de Israel en 1948 la población total era de 914.000 habitantes de los que 156.000 eran no judíos, musulmanes en su mayoría. Con éstas cifras ¿Quién se puede engañar respecto a las razones y los hechos?. La población palestina en el exilio incrementaría el número actual, pero es evidente que con menos corrupción y el incremento de la relación con Israel es posible la asimilación económica en ésta zona, que ha sido y seguirá siendo pequeña, cuantitativamente hablando.

La cuestión es saber si es reciclable ésta sociedad en un mundo moderno. Setenta años de sociedad militar en Israel, agravados por la llegada de oleadas de judíos de los países del Este europeo en los años 80, con el radicalismo ultraortodoxo que han traído consigo, no facilita el trabajo de construir la paz. Hoy por hoy el mayor enemigo que tiene Israel son estos grupos que contradicen abiertamente el espíritu fundacional de los
pioneros.
Setenta años de guerra, terrorismo y exilio para los palestinos, en una sociedad en la que una minoría de corte radical ha frustrado los diversos intentos de acercamiento entre los dos pueblos son un lastre muy pesado para el avance social o político. La aberración que supuso la utilización de niños en la intifada rompe los límites de la razón, es la manipulación total de la pobreza.

No hay razones objetivas para la esperanza, pero ésta es la única puerta de la Historia hacia el futuro. El pasado no fue mejor, solo distinto, los mismos intereses de unos pocos determinan el futuro de una mayoría, la diferencia entre entonces y ahora es la sobrepoblación mundial, que radicaliza cualquier conflicto. Hemos pasado de una esperanza de vida media de 30 años al comenzar el siglo XX a 80 años al terminar éste, esto solo referido a Occidente. Nuestra población envejece y el peso muerto es soportado con mayor dificultad por los Estados, lo que lleva indefectiblemente a caer bajo el control de los grupos económicos.

Hoy se vive mejor, pero también se tortura y mata mejor, se destruye de forma más radical, se embrutece más aceleradamente a los pueblos y los medios de comunicación son los ojos de la muerte en directo siguiendo muchas veces el lema de que la verdad no estropee una buena noticia.

El conflicto existente hoy en Oriente Medio lleva años siendo artificialmente prolongado por políticos y grupos económicos a los que no interesa que la paz exista, en parte por su propia mediocridad y en buena medida por una ambición sin límite. Los pueblos que gobiernan y controlan responden a estímulos muchas veces provocados de forma artificial, y su ignorancia se convierte en su tumba.

Pero en medio de éste denigrante panorama la verdad sigue siendo tozuda. Están ahí los que persisten, palestinos e israelíes, en darse la mano cada día sobre la valla que separa sus territorios, sigue la relación entre los estudiantes israelíes y palestinos a pesar de los radicales. Aumentan las manifestaciones pacifistas, también los movimientos por la paz a escala mundial.

Los gobiernos ya no tienen capacidad para mentir indefinidamente a los menos informados, porque la globalización informativa, en su faceta positiva, permite juicios de valor con criterio propio y son muchos los que preguntan como se ha llegado a esto.

El terrorismo internacional es la criatura engendrada por los desmanes coloniales. La solución es fácil y difícil, justicia social, cultura y equilibrio económico lo destruyen. La dificultad está en rehacer años de injusticia y dolor, en conseguir que el lenguaje del odio sea superado por una nueva realidad. No será un camino cómodo pero existen indicios que anuncian cambios, son leves pero están ahí.

Votemos por que el conocimiento de nuestro pasado ayude a diseñar un futuro mejor aprendiendo de nuestros errores y cimentando nuestros aciertos.

Diciembre de 2003.

No hay comentarios:

Publicar un comentario