Al hilo de los comentarios despectivos de un mediocre humano,me ha venido a la memoria un hecho de mi infancia.
Comencé hace más de cinco años a escribir sobre mi familia,porque no deseo que sus acciones queden en el olvido de cara a los que han llegado después.
Hace ya un año y medio largo que dejé de escribir,lo intento,pero todavía pesa mucho el dolor,posiblemente siempre será así,por lo que en algún momento habré de superar aquella realidad y verla como algo exterior,en otro tiempo,en otro lugar.
He cogido de ese libro un texto relacionado con la realidad de la post-guerra,la que vivimos en La Laguna.
De vez en cuando venía una visita,amigos,algún pariente y,sobre
todo,D.Domingo Pérez Cáceres.Solía hacerlo por la tarde,mi abuela prepaparaba
chocolate con picatostes.Nos sentábamos en el hall,alrededor del velador,a mis
cuatro años apenas había ya muebles.Don Domingo y mi abuela
hablaban de las necesidades del día,de los que no tenían nada.Que si tal había
tenido un niño,necesitaba ropa,una cuna,leche,comida.Que si aquel no tenía
trabajo,que este otro se quedaba sin casa,en fin, el listado de las necesidades
de una época dura,superando una guerra
civil y rodeados por otra mundial recién terminada.
Yo oía y tomaba picatostes,en aquel tiempo se
consideraba que el chocolate,que no lo era en verdad, era muy fuerte para el estómago de un niño.Ellos
mojaban los picatostes y se repartían el trabajo del día o la semana.Siempre
había mucho que hacer.
Don Domingo tenía una voz grave,preciosa,oirle
hablar era como hipnótico.Su estatura,sobre todo cuando llevaba capa,me parecía
inmensa.Me preguntaba si estaba bien,si era buena.Cuando comenzaron los
problemas graves allí estuvo,siempre pendiente.
De aquella época recuerdo un suceso que de alguna
forma ha sido esclarecedor para comprender mejor a mi familia.
Un día,Mamáfina preparó una cesta grande,con
asas,la llenó de comida y la cubrió con un paño de cuadros blanco y rojo.Me
cogió de la mano y salimos al jardin,llegamos a la puerta de la calle del Agua
y salimos,aparte de las visitas al Cristo,creo que fue la primera ocasión en
que salí a la calle de la ciudad con mi abuela.Nada más salir,giramos a la
izquierda y llegamos enseguida a un gran portalón de madera.Lo habrió y
entramos en un gran patio,con una construcción de madera muy grande en el
centro,con tejado a dos aguas.La madera era gris,por los años y la lluvia .Todo estaba vacio.La edificación
tenía solo una gran puerta que mi abuela empujó.Según entramos no ví nada,
estaba a obscuras,según me acostumbré a la luz interior,ví unos montones de
paja en una gran habitación,vacía,sobre ellos había gente,hombres,mujeres,niños,envueltos
en mantas.Según entramos comenzaron a
levantarse,en silencio,como estaban,empezaron a venir hacía nosotras.Nunca
había visto, ni vi después, nada igual,Nadie habló,mi abuela sonreía,puso la
cesta en el suelo,la destapó y comenzó a distribuir fiambreras de lata con
comida,fruta,pan,así hasta que la vació.Cuando terminó, dobló el mantel,cogió
la cesta y fuimos hacia la puerta,tan en silencio como habíamos venido.Salimos,cerró
la puerta y nos dirigimos a la calle.En todo este tiempo,ni antes ni después,
mi abuela me explicó aquello.Yo estaba demasiado asombrada por lo sucedido,me
dejó atónita el que un grupo de gente estuviese encerrada,a obscuras,tumbados
sobre la paja.
Di por hecho que aquello tenía que ver con Don
Domingo y sus conversaciones y esta vez no fue la única.Los calcetines y
chaquetitas tenían destinatarios,lo que se cocinaba en casa,también.He tardado
mucho en hilar lo que pasaba,los años que he tardado en volver a la ciudad,los
que pasé investigando en memorias y hechos.
El solar era parte de nuestra casa,allí se
guardaron los carruajes mientras los hubo,en el patio había antes cubiertas
donde dejaban a los caballos.
El que aquella gente estuviese a obscuras y en silencio
solo puede tener una explicación,eran refugiados,posiblemente políticos,algo
relativamente frecuente en aquellos años,se iban desplazando y escondiendo
hasta que encontraban una salida o un asiento seguro.
Mi abuela debía de colaborar en la cadena de escondites,Don Domingo,también.Al fin y al
cabo estábamos marcados políticamente.Mi abuela no creo que fuese
republicana,mi abuelo es seguro que si.En aquella época el marido determinaba
el presente y futuro de una hacienda.Algo es cierto,mi abuela era una cristiana
practicante,y su primer deber era repartir,ayudar a los más necesitados.Por eso
Don Domingo y ella compartían tareas.
Como ya dije,en Canarias la dictadura se veía de
distinta forma,estábamos muy lejos,con un largo capítulo de agravios hacia “los
godos”.
De aquel suceso mi abuela nunca habló,yo tampoco
pregunté.
No sé porque me llevó, una hipótesis,a lo mejor quiso que
conociese lo que Don Domingo y ella
hablaban,ver como reaccionaba.En cualquier caso,me enseñó en directo a
compartir, y a arriesgar.
Con esta familia el listón estaba muy alto.
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